La obsolescencia programada se trata de la programación deliberada del fin de la vida útil de un producto. Es decir, después de un periodo de tiempo calculado por el fabricante el producto queda obsoleto. Normalmente, reparar los productos una vez llegan a su fin es muy costoso, por ello, ante esta situación el consumidor se ve obligado a comprar un producto de nueva fabricación. En definitiva, se trata de una estrategia del sistema capitalista para fomentar el consumo.

El concepto de obsolescencia programada fue usado en el año 1932 por Bernard London en su ensayo Ending the Depression Through Planned Obsolescence. London plantea un método para que los fabricantes obtengan mayores beneficios en época de crisis, cuando el consumo se merma. La idea es la siguiente: durante el proceso de diseño del producto, el fabricante calcula una duración limitada que garantice que, pasado cierto tiempo, el consumidor tenga la necesidad de sustituir el modelo porque este deja de funcionar a pleno rendimiento.

La gran mayoría de productos del mercado son susceptibles a la obsolescencia programada. Los productos tecnológicos son el ejemplo más claro, pero también sucede en otros ámbitos como el de la ropa. Existen distintas vías para acortar la vida útil de un producto:

· Obsolescencia programada: Se programa la vida útil de un producto para que deje de funcionar después de un determinado número de usos.

· Obsolescencia indirecta: El producto dañado no dispone de piezas de recambio para repararlo, por lo que queda inservible. Las empresas dejan de producir piezas de repuesto o material necesario para que los aparatos puedan continuar funcionando.

· Obsolescencia funcional por defecto: Ocurre cuando un componente del dispositivo falla y deja de funcionar todo el aparato. Algunos productos electrónicos están diseñados de manera que no se pueda extraer y reparar una pieza, por lo que si se rompe el dispositivo queda inservible.

· Obsolescencia por incompatibilidad: En servicios informáticos, dejan de lanzar actualizaciones para el correcto funcionamiento del producto y se queda obsoleto. La tecnología avanza cada vez más rápido, por lo que llega un punto en el que ya no existen actualizaciones para nuestro dispositivo y no podemos utilizar algunas aplicaciones o programas que requieren dicha actualización y las antiguas, se vuelven lentas e inestables.

· Obsolescencia psicológica: Aparecen nuevos modelos de una misma categoría, por lo que el producto queda “pasado de moda”.

Esta tendencia genera importantes consecuencias ambientales, no solo por el aumento de las emisiones de CO₂ y el uso masivo de materias primas, sino también porque la mayoría de residuos generados acaban en montañas de basura que contaminan los espacios naturales de países en vías de desarrollo.

Existen alternativas ante esto como las de la ONG Amigos de la Tierra. La asociación ha creado una iniciativa llamada alargascencia, se trata de un proyecto que comprende una red de más de 1000 establecimientos de segunda mano donde reparar, alquilar e intercambiar artículos electrónicos. Con esto se pretende alargar la vida útil de los productos electrónicos para evitar el reemplazo innecesario. Según un estudio del European Enviromental Bureau, alargar el uso de los principales electrodomésticos y dispositivos electrónicos (móviles, ordenadores, lavadoras y aspiradoras) durante solo un año ahorraría 4 millones de toneladas de CO2, lo equivalente a las emisiones de unos 2 millones de coches.