La desaparición de las sombras
Por Antonio Valero
Nuestra civilización terminará el día en que desaparezcan las sombras. Quiero a mi sombra y no quiero desaparecer, pero el ser humano ¿desarrollado? está sustituyendo al sol. No acepta la noche y el día, la iluminación artificial sustituye al sol, y esta consume tanta energía que si queremos iluminar el planeta, este se terminará por agotamiento.
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Los arquitectos ambientalistas nos enseñan que tenemos cuatro pieles. La primera, la nuestra, es el órgano más complejo que tenemos. Nos protege del sol, del agua, del frío, del calor, de los ataques químicos, nos da forma y belleza. Tiene todos los sensores que podemos imaginar y, a través de ellos, recibimos todas nuestras sensaciones de placer o de dolor. La segunda piel no está tan evolucionada, es el vestido. Como mucho nos da calor o nos protege de la humedad, del frío o de los elementos y también realza la belleza. Estamos aprendiendo a hacer que esta piel sea más inteligente y complementaria de la primera… La tercera es la vivienda. En ésta, la familia crece y el hogar es el calor de la vida. Es la maceta en donde crece la vida y, aún siendo artificial y milenaria, hemos aprendido a hacerla nuestro reino, cada vez más digitalizado.
¿Cuál es la cuarta piel? ¿Es nuestra atmósfera? Debería ser. Si quisiéramos vivir fuera de éste planeta deberíamos estar todo el día con escafandras simplemente porque el aire que respiramos no existe mas que en éste planeta. ¿Hay algo más placentero que disfrutar del aire limpio y no vivir ligado a una escafandra? Nuestra maravillosa atmósfera con sus fríos, sus vientos, sus lluvias y sus calores nos da sentido y el sol con sus noches y días nos da carácter y nos ha hecho lo que somos a lo largo de millones de años.
Sin embargo, el ser humano está sustituyendo esta cuarta piel por otra: Las grandes superficies. Progresivamente, las nuevas generaciones disfrutan más de ellas. El patrón que se repite consiste en no tener ventanas para no saber la hora que es. Siempre la misma iluminación, la misma temperatura, humedad, presión…y la misma machacona música (villancicos por Navidad p.ej.): Todo invita a consumir porque el disfrute de la vida se ha convertido en el disfrute del consumo. Son las catedrales del despilfarro. En las grandes superficies no hay sol, no hay sombras. La sombra que me da el sol me dice la hora. Pero me quitan ese reloj. Son cada vez mayores y abren más horas. Y se conectan entre sí, así que uno puede desplazarse kilómetros sin salir al exterior hasta tomar el automóvil para casa. En Estados Unidos las hay abiertas 24 horas, 365 días. Allí hay ciudades totalmente conectadas por grandes superficies.
A estas superficies se les ha aplicado más inteligencia que a nuestra segunda o tercera piel. Nos controlan y sutilmente deciden nuestro consumo y nuestros gustos. Puedes pasar un día o una vida en ellas, porque su objetivo es que nada te falte dentro de ellas y nada te agobie. No importa el calor asfixiante o el más duro invierno que haga fuera, el rey consumidor debe sentirse confortable. Para iluminarlas, climatizarlas y mantenerlas se necesita, sin embargo, una enorme cantidad de energía. Y como las ventanas molestan se sustituyen por paredes que se convierten en espacios publicitarios. Parece que el mundo “civilizado” está yendo a marchas forzadas a ese modelo de ocio.
Es esta cuarta piel la que sustituye a la gran burbuja atmósfera. Nuestra escafandra alternativa. Si puedo imaginarme un vuelo espacial del siglo XXIV, será algo así como poner en el cosmos una gran superficie con cero escapes del preciado aire al exterior. Si algún día se llega será por dos razones: una, porque habremos encontrado una fuente barata e intensa de energía, y la segunda, porque habremos agotado a nuestro castigado planeta, es decir a nuestra auténtica burbuja. Habrán desaparecido las sombras. Entretanto, te quiero mi pequeña/gran y escurridiza sombra. Simbolizas la vida.