¿Joyas o Escotes?

Por Antonio Valero

El rutenio, rodio, paladio, teluro, renio, osmio, iridio, platino y oro, son elementos muy raros en la corteza terrestre. Aunque la gente sólo conoce al oro y un poco al platino, son fundamentales para los contactos electrónicos, y también como catalizadores y para almacenamiento de hidrógeno. Excepto el teluro, todos valen su peso en oro. Tienen una abundancia cortical de solo partes por billón. Y por su escasez se los clasifica como potencialmente críticos.

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Para producir un anillo de 9 gramos (1/3 de onza) de 18 quilates se necesitan remover unas 45 toneladas de roca, se consumen 0.275 toneladas equivalentes de petróleo, 6200 litros de agua y se emiten 103 kg de CO2 equivalentes. Aparte de otras emisiones y residuos peligrosos (por ejemplo, 1.26 kgs de cianuro, mas plomo, arsénico y mercurio, altamente venenosos).

Hace algún tiempo recibí la noticia de que “Un equipo de investigadores del MIT ha descubierto cómo exactamente actúa una molécula llamada fulvaleno dirutenio al almacenar calor y al liberarlo, dos procesos activables de manera artificial. Este conocimiento debería ahora hacer posible encontrar sustancias químicas similares en comportamiento, pero compuestas por ingredientes más abundantes y menos caros que el rutenio. Esto podría convertirse en la base para desarrollar una batería recargable que almacenase calor en vez de electricidad”.

La capacidad de almacenar energía solar del Rutenio difícilmente superaría a la empleada para remover la roca de la que se extrae. Lamentablemente, como se explotan las mejores menas, cada vez se necesita más energía, agua y se producen más contaminantes para producir la misma cantidad de metal. Pero como la demanda mundial aumenta, el daño ambiental de su extracción crece exponencialmente.

A modo de ejemplo, la demanda de cobre entre 1941-1980 fue cuatro veces mayor a la de toda la historia previa. Y entre 1981-2000 la producción se duplicó con respecto a los cuarenta años anteriores. La enorme demanda mundial de cobre convirtió su robo en un negocio muy lucrativo.

Hoy, el elemento 44, Rutenio, se obtiene como subproducto del refinado del niquel. En ese sentido su coste medioambiental no es tan exagerado como el del oro.

Esta reflexión nos indica algo que no solemos tener en cuenta: Que tanto la Geología como la Termodinámica imponen restricciones a la civilización industrial. “Si la energía necesaria para producir un sistema energético, a partir de sus constituyentes en la corteza terrestre, es mayor que la que proporciona a lo largo de su vida, ese sistema energético es inviable”.

Técnicamente se dice que el EROEI (Energy Return on Energy Investment), debe ser siempre mayor que la unidad. Y cuanto mayor más viable.

Esto no significa frenar la investigación, sino frenar la retórica grandilocuente. Si hubiéramos frenado la investigación en paneles fotovoltáicos porque los primeros prototipos gastaban más energía que la que producían, hoy no tendríamos esa industria. Siempre tendremos que pagar coste de aprendizaje. Y conocer por conocer es bueno, pero a pequeñas dosis. Con realismo.

Este grupo de elementos químicos es crítico para nuestra civilización y su futuro. Si las conexiones electrónicas dependen de ellos, así como el almacenamiento de hidrógeno, hay que ser muy precavidos a la hora de proclamar que una sociedad basada en las nuevas tecnologías renovables e internet nos salvarán de los problemas energéticos que nos acucian.

Probablemente en el largo plazo estos elementos estarán destinados a curiosidades de museo y sólo muy pocas cosas excepcionales llevarán componentes de este grupo. No será raro que algún día desaparezcan las joyas y los lingotes, porque su valor industrial alternativo será mayor. Ese día nuestras chicas lucirán escotes, porque la medicina habrá encontrado la eterna juventud. O no…

Artículo «A, E, I ,O, U» de Antonio Valero Capilla, Director de Instituto Circe de la Universidad de Zaragoza y Miembro Pleno de The Club of Rome.