Gaia, Medea y Thanatia

Por Antonio Valero

Considerando el daño que estamos infringiendo a la Tierra, cabe preguntarse qué opinan los científicos sobre cuál va a ser el futuro del este planeta. Los climatólogos han hecho sus modelos, pero no pueden predecir con cierta exactitud más allá de este siglo. Sin embargo, los biólogos y paleontólogos, observando el pasado de la Tierra se atreven a predecir su futuro. Sus predicciones no contemplan el tiempo sino la certeza del fin del ser humano en este planeta.

La hipótesis más conocida es la de Lynn Margulis y James Lovelock: Gaia. Es la madre Tierra en la mitología griega. Considera que la biosfera y los componentes físicos de la corteza están integrados en un sistema complejo, como si fuera un único organismo coevolucionante. Sería como un sistema cibernético que buscara un ambiente fisicoquímico óptimo para la vida en este planeta. Lovelock lo ve evidente basándose en tres observaciones: 1) La temperatura de la superficie terrestre se ha mantenido constante a lo largo de millones de años, independientemente de las variaciones solares. 2) La composición de la atmósfera se ha mantenido constante y muy fuera del equilibrio termodinámico con una baja concentración de CO2 si se compara con los planetas hermanos: Marte y Venus. Y 3) lo mismo ocurre con la constancia de la salinidad oceánica, a pesar de la continua aportación de sales de los ríos. Según Lovelock, eso se debe a que los organismos biológicos junto con los arrecifes de coral han mantenido el ciclo del carbono en una interacción equilibrada a salvo de variaciones externas. Sus autores lo llaman homeóstasis planetaria. El mensaje de Lovelock y Margulis es que tanto lo biológico como la geosfera y los océanos han coevolucionado juntos permitiendo la vida.

Lovelock da un paso más y en su libro “La venganza de Gaia” avisa a la humanidad de que la pérdida de bosques húmedos y de biodiversidad, el aumento de los gases de efecto invernadero y el calentamiento de los océanos están llevando al planeta a una pérdida de su capacidad amortiguadora. Lovelock predice que si no se actúa rápido, la Tierra se volverá inhabitable a mitad de este siglo. Entre otras catástrofes predice que el Sáhara invadirá el sur de Europa. Pero la vida continuará con otras especies distintas al ser humano.

Medea, es según la mitología griega, la airada esposa de Jasón que mató a sus hijos por despecho. Es la hipótesis opuesta a Gaia y se debe al paleontólogo y astrobiólogo Peter Ward de la Univ. de Washington. Según él, la vida en vez de evolucionar simbióticamente con su entorno, depreda todos los recursos disponibles hasta que termina autodestruyéndose. Ward se basa en la cantidad de extinciones masivas que han tenido lugar a lo largo de la historia de la Tierra. Primero el envenenamiento por metano, hace 3700 millones de años, luego hace 2700 millones los procariotas desarrollaron una atmósfera rica en oxígeno que generó una inmensa pérdida de biodiversidad y rápidos cambios climáticos. Más tarde las plantas provocaron dos nuevas extinciones. Tuvieron lugar hace 2300 y unos 750 millones años. Las plantas congelaron la Tierra y la convirtieron en una bola helada por su insaciable apetito. Incluso en tiempos más recientes han habido cinco extinciones más, la del sulfuro de hidrógeno tuvo lugar hace 251,4 millones.

Ward explica que la biodiversidad de la Tierra alcanzó su apogeo en los primeros momentos de los mamíferos y desde entonces, la concentración de CO2 en la atmósfera, gracias a la biota, ha ido disminuyendo hasta hoy. Pero esta tendencia se ha revertido en el último siglo debido a la combustión de combustibles fósiles y pérdida de bosques. Según Ward, la vida es la principal amenaza de la vida, y lo que ocurrió en el pasado volverá a ocurrir. No hay una buena madre que cuide de la vida, ni armonía, sino destrucción ávida. Medea.

De acuerdo con el segundo principio de la Termodinámica, cualquier sistema evoluciona hasta que alcanza su equilibrio con su entorno, consumiendo toda la energía disponible. Esto es una ley física, no una hipótesis. Luego si las especies naturales son un sistema termodinámico, se reproducirán hasta el extremo de agotar la capacidad del entorno para sostener la vida y ocurrirá una catástrofe que llevará consigo una drástica reducción de la población de seres vivos. En este sentido la tesis de Ward sería más coherente.

Una cosa tienen en común ambas hipótesis: No predicen cuándo ocurrirá el desastre. Pero la interpretación Gaia es optimista, la Tierra se recuperará de nuestra destructividad. Probablemente sin nosotros.

Se considera que tanto Gaia como Medea son entidades vivas. En cambio, Thanatia, significa en griego la personificación de la muerte no violenta. Y utilizamos ese nombre para describir un posible estado de la Tierra donde ya no queden minerales ni combustibles fósiles, ni suelos fértiles, y todo el CO2 esté liberado en la atmósfera. Es una hipótesis termodinámica de cómo podría ser el planeta, no en el largo plazo, sino en unas cuantas generaciones.

Utilizamos masivamente recursos no renovables, las minas no reproducen los minerales que extraemos, los suelos fértiles se están degradando a gran velocidad, y los bosques húmedos desaparecen irreversiblemente, se funde el Ártico… La geobiosfera es finita pero nuestra avaricia depredadora se adapta mejor al paradigma económico de que “más es mejor”. El ser humano está acelerando esos procesos, pero no está claro por cuánto tiempo más.

Podemos imaginar un planeta, Thanatia, donde todos sus depósitos minerales y recursos naturales se hayan se extraído, procesado, mezclado y aleado, utilizado, oxidado y dispersado en una especie de sopa entrópica, por cierto bastante similar a las actuales corteza, hidrosfera y atmósfera.

Thanatia

En efecto, no nos damos cuenta de lo escasos que son los recursos no renovables con respecto a la infinitud de lo común. Los depósitos minerales explotables no constituyen más de un 0.01-0.01% de la corteza terrestre; el agua en un 97.5% está en los océanos y mares de composición salina y de ese 2.5% restante, el 1% está en la atmósfera, pero la mayor parte está en los polos y Groenlandia, y otra parte no despreciable en acuíferos y en el agua contenida en plantas y el suelo. Sólo el 0.01% es agua dulce de todo el planeta está en ríos y lagos. Con respecto a la atmósfera el cambio climático se está produciendo con 415 miligramos equivalentes de CO2 por metro cúbico de aire, y la quema de todos los combustibles fósiles nunca alcanzaría a duplicar ese valor. Estos números dan idea de lo cerca que estamos de la hipótesis Thanatia. Curiosamente Thanatia es la representación de lo que debería ser lo común, abundante y vulgar en contraposición a los recursos naturales como distinguidos y selectos.

En eso estamos trabajando. Puede parecer un simple ejercicio académico, pero si lo conseguimos sería posible hacer un inventario de los recursos actuales con respecto a esa referencia. Y lo que es más interesante, podríamos medir a qué velocidad estamos destruyéndolos en unidades homogéneas. Podríamos calcular el capital natural de la Tierra y la velocidad de su disipación y compararlo con el PIB mundial, para ver su coste auténtico, es decir la cantidad de recursos disponibles que disipamos para obtener esas ganancias.

Lamentablemente la economía sólo refleja la actividad, no el daño. Así que si Ordesa se quemara generaría trabajo para reponerlo, para cortar la leña, y esa leña tendría un valor en el mercado y se generarían puestos de trabajo y la economía seguiría. La economía de los países no registra la pérdida de patrimonio natural. Y cuanto más se destruye éste, más progresamos y mejor nos va. Si proveemos herramientas para evaluarlo y además reflexionamos sobre el fin, es posible que podamos algún día revertir o al menos frenar el progreso a la nada. Thanatia.

En cualquier caso, es importante pensar en el fin, porque es una posición madura con respecto a valorar lo que es bueno y hacer lo posible para que dure. La posición juvenil e inmadura de que el planeta es para nuestro uso y disfrute sin fin, no hace sino acelerar nuestra propia destrucción como especie. Un planeta tan singular en el universo no se merece su extinción tan temprana.