Que no me vendan la moto

Por Dr. Abel Ortego Bielsa

En plena crisis del COVID-19 todos estamos aprendiendo a vivir confinados, a soportar largas horas de aburrimiento en casa y por qué no a realizar alguna de esas actividades o proyectos que llevábamos tiempo queriendo emprender.

En mi caso ese proyecto se llama Vespino 49 cm3 y perteneció a mi abuelo Víctor, quien la adquirió en el año 1988 por 107.856 ptas. (648 €). Todavía hoy guardo el recuerdo de mi tía Pilar cuando la trajo del concesionario. Ese ciclomotor estaba aparcado en un granero desde hacía más de 20 años y siempre que lo veía me decía, “Abel tienes que restaurarlo”, sin embargo, el día a día no me dejaba encontrar el tiempo para hacerlo.

El estado de confinamiento y alguna que otra ayuda externa (gracias Mrs. Closet), me hicieron encontrar el estado de inspiración adecuado para emprender ese proyecto. Además, esta situación hacía que hubiera que realizarlo de la forma más cuidadosa, ingeniosa y sentimental posible: sin la posibilidad de poder comprar ningún repuesto. La restauración de la moto se tenía que realizar manteniendo la totalidad de todas sus piezas originales.

Teniendo todo el tiempo del estado de alarma por delante y un garaje repleto de herramientas era el momento de empezar.

Figura 1: Estado del ciclomotor después de 20 años parado

Como en toda restauración había una ingente cantidad de labores a realizar: desmontaje de componentes, labores de limpieza, engrase, lubricación, ajustes, pintados, comprobación de su funcionamiento y vuelta a montar. No obstante, evité desmoronarme anímicamente por la gran cantidad de tareas a realizar y armado de paciencia e ilusión me puse a restaurar el ciclomotor.

Figura 2: Ciclomotor después de desmontar el conjunto motor y transmisión
Figura 3: Estado del motor y la transmisión una vez desmontadas

Poco a poco comprobaba lo bien que había llevado el paso del tiempo en aquel granero, en el cual las golondrinas habían hecho un buen lugar para acomodarse, tal y como mostraba el aspecto inicial de la moto. La sencillez de su mecánica a prueba de bombas hacía que la labor fuera agradecida y después de unas cuantas horas ajustando sirgas, limpiando el carburador, poniendo a punto el volante magnético, limpiando la bujía y ajustando los frenos, comenzaba a ver la luz al final del túnel.

Figura 4: Imágenes del proceso de restauración

Tras invertir algo de tiempo en el montaje y después de superar un pequeño susto con la bobina de alta llegaba el ansiado momento, devolver a la vida el ciclomotor. Me subí a él como si fuera un niño que se sube a su bicicleta por primera vez tras quitarle los ruedines y tan solo después de cuatro pedaladas el motor volvía a sonar como lo hizo por última vez hace más de 20 años.

Figura 5: Situación del antes y el después

La satisfacción que se siente en ese momento es indescriptible, la moto de mi abuelo volvía a funcionar, una parte de él volvía a latir, que orgulloso estaría de poderlo ver, ojalá fuera así de fácil devolver a la vida a las personas…qué suerte tienen las máquinas por tener una segunda oportunidad de volver a la vida…

Superada esa parte emotiva del proceso miré a la calle y pensé “en cuanto pase el confinamiento salgo a la calle a circular con ella, igual hasta me la llevo a Zaragoza, ir con un Vespino de 1988 que era de mi abuelo es lo más…” y precisamente ahí empezó lo más difícil de todo: ¿Qué hay que hacer para poner en circulación un ciclomotor que lleva parado más de 20 años?

Las búsquedas por internet no son nada esperanzadoras pues a pesar de que el ciclomotor lleva una matrícula municipal y conservo la factura de compra, la legislación cambió hace tiempo, ahora hay que hacer una ficha técnica y el proceso no es ni sencillo ni barato.

Figura 6: Factura original de compra

Tras corroborar este hecho con unos buenos amigos expertos en la legislación que aplica a los vehículos me encontré apesadumbrado. Devolver a la vida el vehículo fue fácil, solamente hizo falta aplicar el famoso lema del Instituto Tecnológico de Massachussets “cabeza y manos” sin embargo para devolverla a la circulación tendré que desembolsar la cantidad aproximada de 800 €. Si, habéis leído bien 800 €, más de lo que costó cuando mi abuelo la compró.

Fue en ese momento en el que comencé a reflexionar sobre la verdad que hay detrás de los mensajes institucionales que nos hablan sobre la economía circular, la reciclabilidad, el consumo sostenible y todos esos mantras que ahora están de moda.

Al igual que el COVID-19 nos ha enseñado la vulnerabilidad del ser humano en un mundo globalizado, la naturaleza nos enseña día a día (y más que lo hará) que no podemos vivir de espaldas a los límites del planeta. Estamos en un mundo lleno de posibilidades, pero con unos recursos finitos, en el cual la supervivencia como especie pasa por aprender de la naturaleza, por cerrar los ciclos, por aprovechar los residuos como materia prima de otros procesos y por ampliar al máximo la vida útil de nuestros productos (y por qué no, de nuestros ciclomotores).

Sin embargo, parece que todas esas estrategias rimbombantes sobre reciclabilidad, reusabilidad y uso sostenible quedan en eso, en documentos plagados de buenas palabras, pero cuya aplicación no es viable porque hay una maquinaria legislativa y administrativa que lo impide.

Ya no es el momento de reflexionar, ya no es el momento de pararse a pensar, es el momento de actuar, de facilitar que la reusabilidad de componentes y productos sea sencilla, de promover una economía real en torno al reciclaje y la remanufactura de componentes, es el momento de dejar de lado la economía de la refacturación (pagar más por trámites administrativos de lo que costó un producto en origen) por la economía de la remanufacturación (incentivar que los productos estén en nuestra sociedad el mayor tiempo posible). Yo de momento continuaré manteniendo mi estado de confinamiento con la absoluta convicción de que “no me van a volver a vender la moto”.

Sobre el autor: Dr. Abel Ortego Bielsa

Doctor por la Universidad de Zaragoza y Project Manager por el Project Management Institute. Durante mas de 10 años ha estado trabajando como investigador y jefe de proyecto a cargo de proyectos de I+D+i de los programas europeos H2020, FP7 e Intelligent Energy in Europe. Desde el 2018 trabaja en MotorLand Aragón como Director del Área de Desarrollo del Conocimiento donde lidera actividades centradas en: ecodiseño, electromovilidad, vehículo autónomo y conectado y movilidad sostenible.

Sus principales contribuciones han sido publicadas en congresos y revistas de impacto científico.

  • aortego@motorlandaragon.com

Dr. Abel Ortego, Director del Área de Desarrollo del Conocimiento en MotorLand Aragón.